miércoles, 11 de noviembre de 2009

"Alakrana" en el atolladero. Pilar Rahola 10/11/2009

Gracias a una de esas fuentes fiables que hablan en boca de otros, hemos sabido que Zapatero existe, y que, según parece, se dedica a alguna cosa. Es una buena noticia, porque después de tantos días de no saber por dónde para, qué hace y a qué dedica el tiempo libre, algunos ya estaban por reeditar la versión Moncloa de Buscando a Wally. Hubo un tiempo en que teníamos un presidente a la deriva, naufragando sin timón, por la tormenta perfecta de la crisis económica. Pero como todo es susceptible de empeorar cuando se está al borde del abismo, parecía que el presidente, emulando aquel viejo chiste del franquismo, había hecho un paso adelante. Pues no, tranquilos. Zapatero no ha caído por el agujero, sino que ha sido abducido por una fuerza extraterrestre. Y ya ha vuelto. O eso dicen, porque continuamos sin verlo, ni oírlo, sin conocer sus estrategias contra la crisis y, en definitiva, sin saber si alguien comanda la nave. Ahora dicen que alguien dijo que alguien lo vio hablando con el armador del Alakrana y prometiendo que devolverá a los piratas a Somalia. ¿Puede prometer eso? Alguien dice que alguien dijo que alguien ha oído que sí. Bueno es saberlo.

Y mientras Wally encuentra a Zapatero, el Alakrana sigue en el atolladero de un secuestro violento que ha conseguido extorsionar, política, judicial y económicamente, a un Estado democrático. La pregunta que formula LaVanguardia.es es muy difícil de responder. ¿Debemos negociar con los piratas? El corazón no tiene dudas, pero las dudas de la razón son de peso. Recordemos el brutal chantaje emocional a que fuimos sometidos cuando la vida de Miguel Ángel Blanco pendía del hilo criminal de ETA. No podíamos ceder. ¿Podemos ahora? ¿Podemos presionar a los jueces para que violenten la ley y devuelvan a unos criminales? ¿Puede hacer eso Zapatero? No, no puede sin saltarse las reglas de juego que rigen nuestra sociedad. Lo cual nos sitúa en una posición de alto riesgo: o ponemos en peligro la vida de 36 personas, o acatamos la ley de los piratas. El atolladero es demoniaco. Especialmente si, además, tenemos un gobierno con presidente missing y sumido en el descrédito. Dicho lo cual, algún día tendremos que hablar de los armadores que envían sus barcos más allá de los límites seguros y que ponen en riesgo la vida de sus pescadores. Tendremos que hablar de su negocio en zonas peligrosas. Cuando todo acabe, ¿no tienen nada que explicar? ¿Es lógico que un Estado tenga que proteger negocios privados en zonas de alto riesgo que están claramente delimitadas? ¿No deberían pagar el coste de dinero público que supone este rescate? Preguntas colaterales que haremos al día siguiente. Ahora lo prioritario es el retorno de estos marineros. La cuestión es cómo. Y no parece que haya ningún otro camino que la cesión al chantaje. Terrible dilema. O la vida o la ley.

Publicado por Pilar Rahola en “La Vanguardia”", el 10/11/2009