sábado, 5 de diciembre de 2009

"Buen Rollito" Gonzalo de Martorell 16/10/2009

Resulta que ahora, de repente, alguien en el Gobierno ha descubierto que se ha puesto en la calle a una generación de niñatos maleducados, vagos, malcriados y violentos. Y ha puesto el grito en el cielo, claro. ¡Incluso los medios y opinadores más declaradamente "progresistas" reivindican ahora el volver al respeto a la autoridad, a la exigencia en los estudios y al tratar de "usted" al profesor!
Que la buena educación y el sentido de la responsabilidad no son ni han sido nunca cosa ni de derechas ni de izquierdas...
En cualquier caso, reconforta saber que uno ya no es un facha y un carca... porque eso es lo que nos han llamado en infinidad de ocasiones a quienes llevamos años defendiendo exactamente lo mismo desde nuestras modestas tribunas.
De todos modos, seamos justos, el delito de "lesa educación" cuyas consecuencias pagamos tiene varios coautores materiales y varios cómplices necesarios.
Coautores son el Gobierno central y los autonómicos competentes al respecto -éstos y los anteriores, que quede claro que la cosa no viene solamente de ahora...- que han convertido las escuelas españolas en una casa de "tócame Roque" en la que estudiar o no daba lo mismo mientras se formara "conciencia nacional" en algunos casos y "conciencia buenrollista" en otros.
Que el sistema, tengámoslo claro, jamás ha buscado formar ciudadanos libres y críticos sino solamente hacer cantera de futuros votantes.
Todos iguales -zoquetes y empollones-, mucho colegueo con el profesor "uno más de la clase" y muchas canciones a la paz, a la madre tierra y a la solidaridad con los indios aymaras... que esto de la disciplina en la escuela es cosa de retrógados y de curas.
Y después están los grandes cómplices necesarios. Esos padres "enrollaos" que jamás tuvieron un "no" para sus retoños. Que convertían cada visita al centro comercial en una prueba material de su amor y jamás reprendían, no fueran a coartar la personalidad o causarle un trauma al angelito.
Esos padres superguays que se ufanaban en público de lo muy amigos que son de sus hijos y que, congestionados por la rabia, corrían inmediatamente a la escuela a escupirle a la cara al mezquino profesor que se había atrevido a castigar a su príncipe o a su princesa.
Y tenemos un tercer cómplice, claro. La legión de belenestebanes, dinios, granhermanos y demás analfabetos funcionales a quienes determinados programas de televisión han convertido en ejemplo de cómo conseguir notoriedad y dinero fácil siendo una escoria.
El mensaje va calando, poco a poco, pero inexorablemente: ¡No pasa nada por ser incapaz de decir más de tres palabras con sentido! ¡Cómo mola ser una ignorante! ¡Si hasta te haces famoso y todo! ¿Para qué narices voy a estudiar si me basta con dejarme preñar por un torero o enseñarle el palitroque a una folckórica para ganar mogollón de pasta? ¡Anda, fíjate, en la tele está saliendo un muermo hablando de cosas de cultura! ¡Vaya friki!
Tanto educar en la carencia de normas ha logrado, por supuesto, que cualquier tipo de autoridad -la que sea; la de policías, profesores, médicos, políticos, intelectuales o revisores del metro- se califique casi de inmediato y con una estremecedora frivolidad, por parte de algunos, como "fascismo" y como "fascistas" a quienes la ejercen.
(Confieso que no puedo evitar, siempre que escucho este calificativo, imaginar qué les hubiera deparado el destino a determinados botarates de haber tenido la infausta fortuna de vivir en un régimen fascista de verdad. Uno de esos en los que se estimulaba la supremacia de unos sobre otros, y la obediencia ciega y sin contemplaciones a la causa).
El caso es que conviene recordar -y a ver si también, aunque tarde, se da cuenta de esto quien proceda- que casi inmediatemente despues de la escuela y el instituto llega el coche o la moto... si antes no ha llegado el ciclomotor. Y nuestros padres de la patria siguen pensando aún que a estos conductores subproducto del sistema los podrá meter en vereda a base únicamente de radares y bonitos anuncios de televisión. Que el buen rollito bastará para que quienes no respetan a los maestros, de repente comiencen a respetar a los agentes de tráfico. Y que habrá suficiente con pedirles a los chavalotes y las chavalotas que apaguen el porrito justo antes de ponerse al volante.
Hasta que una educación vial seria, bien hecha, continuada y realista llegue a las escuelas desde preescolar, nada cambiará. Claro que siempre es más fácil obligar a circular a 80 por donde antes se podía ir a 120 y hablar de polución antes que de educación.
¡Buen rollito!
Publicado por Gonzalo de Martorell "Director de la revista MotoViva", el 16/10/2009 a las 10:00