viernes, 29 de enero de 2010

"Gobernar es tomar decisiones" Francesc de Carreras 28/01/2010

El debate de estos últimos días se ha centrado en la ubicación de los llamados cementerios de residuos nucleares. Primero fue Yebra, en la provincia de Guadalajara, y después Ascó, en la de Tarragona. Sus respectivos ayuntamientos presentaron candidaturas para albergar en su término municipal una planta en la que se depositarán los residuos nucleares de toda España. Tanto sus propios partidos (PP y CiU), como los presidentes de sus comunidades (Barreda y Montilla, del PSOE y del PSC) han rechazado públicamente tales iniciativas. La sensación que han producido estos desencuentros entre municipios, comunidades y partidos es de una gran confusión, cercana al caos. Una vez más los ciudadanos perciben que los políticos no saben hacia dónde van y que, en el fondo, les interesa más ganar como sea las próximas elecciones que encauzar y solucionar los problemas que la sociedad tiene planteados.

Cuando un partido que está en el gobierno no se enfrenta a los verdaderos problemas sino que esconde la cabeza bajo el ala, se entretiene en nimiedades que a nadie importan o comete evidentes errores, quizás gane las próximas elecciones porque todavía los ciudadanos no se hayan dado cuenta de su inconsistencia, pero a la larga todo se descubre, más dura es la caída en los siguientes comicios y se produce el relevo, la alternancia. Se da paso al gobierno de otro partido, con otras ideas y proyectos. Ahora bien, cuando la ausencia de rumbo y la incoherencia continuada abarca a todos los partidos, la factura que pagar es mucho más cara. Pagan los partidos por su falta de seriedad, paga el sistema político porque suscita desconfianza, pagan los ciudadanos porque en sus vidas repercute la ineficacia de los gobernantes. Cuando la sensación es que todos los partidos son igual de ineptos y de qué más da que ganen unos u otros, ya que las consecuencias serán las mismas, comenzamos a estar ante una crisis del sistema político y una deslegitimación de la democracia. Abstengámonos de votar, todos lo hacen y lo harán igual de mal, dicen los electores. Vamos ya en esta dirección y sólo si tomamos conciencia de sus peligros podemos ponerle remedio. Todo ello, desde hace un tiempo aplicable a Catalunya, comienza a ser aplicable al resto de España, a sus comunidades autónomas, al Gobierno central, al partido en el Gobierno y al de la oposición. Se ha convertido en un mal común.

El caso de los cementerios nucleares es un ejemplo más de la poca calidad de nuestra clase política. Mientras los alcaldes de pequeños ayuntamientos asumen una responsabilidad que saben que puede hacerles impopulares pero están dispuestos a arrostrarla porque consideran –con razón o sin ella– que la decisión es beneficiosa para su municipio, aquellos que les han otorgado la competencia para tomar dicha decisión se echan para atrás, los dejan solos, expedientan a sus concejales o les presionan para que rectifiquen. Todo por un hipotético puñado de votos, aconsejados seguramente por supuestos expertos en marketing electoral y comunicación política, unos expertos que suelen confundir hacer política con vender lavadoras. Así nos va. Sinceramente, dudo mucho que esta falta de consistencia en la toma de decisiones haga ganar votos.

Creo más bien que los ciudadanos desearían y confiarían en unos partidos, unos líderes y unos gobernantes que les dijeran la verdad, lo que ellos consideraran que es la verdad, que razonaran sus posiciones de forma argumentada, mostrando también sus dudas y sus riesgos. Los ciudadanos conocen las dificultades que implica escoger entre varias opciones porque ellos mismos lo experimentan en su vida diaria. Saben que al optar siempre puede uno equivocarse, pero saben también que en la vida hay que tomar decisiones y que estas pueden ser erróneas. Pero que la peor equivocación es no tomarlas cuando hay que hacerlo. Pues bien, los ciudadanos pueden comprender que hacer política consiste en lo mismo, en escoger entre varias soluciones, quizás ninguna convincente del todo, pero gobernar es tomar decisiones ante los problemas, como sucede en la vida misma, no eludir los problemas para así evitar tomar decisiones. Déjense, pues, de marketing y de publicidad comercial. Planteen los problemas en todas sus dimensiones, argumenten pros y contras de las soluciones posibles, escojan la que consideren más aceptable y arrostren responsabilidades. Así es la vida, así es también la vida política. Al debate sobre los cementerios nucleares debía haberle precedido otro debate: el energético. Hoy en día, en este debate, pieza central es el futuro papel de la energía nuclear, en un momento en que está claro que las fuentes de energía limpias son insuficientes y las energías fósiles llevan camino de extinguirse. Además, las centrales nucleares son mucho más seguras y el principal riesgo, los cementerios, también. Hablemos de todo ello y escojamos con todos los datos sobre la mesa. Que no pase como con la crisis económica, que se negó para ganar unas elecciones (y se ganaron), apenas se han tomado medidas para afrontarla seriamente y ahora resulta que España será la única entre las grandes economías que disminuirá el PIB en este año, que en Europa estaremos en compañía de Grecia, Estonia, Chipre, Hungría y Rumanía. Todo por no haber tomado decisiones a tiempo, en definitiva, por haber eludido los problemas, por no haber sabido gobernar.

domingo, 10 de enero de 2010

"Gobernantes de Futuro" Fernando Onega 17/12/2009

Este país (España) ya no se divide entre derecha e izquierda. Se divide entre los del
"ya lo verás" y el de "ya va siendo hora". Ese es el resultado de las últimas trifulcas
políticas. A un lado queda Zapatero, representante genuino del "lo vamos a resolver
todo", y al otro Rajoy y algún otro representante de la oposición, que amanecen
todos los días con la pancarta de "soluciones ya". Mirad los discursos de ayer mismo. ¿Tenemos un problema con la señora Haidar y Marruecos? Tranquilos, que no se soliviante nadie: el gobierno se compromete a resolverlo. No se dice cómo, no se dice cuándo, pero la solución habita en el palacio de la Moncloa. ¿Tenemos un déficit público que alarma a las agencias internacionales de calificación? Lo más probable es que esas agencias no sean serias; pero, además, los previsores gobernantes lo tienen todo estudiado y calculado, y haremos las cosas tan bien hechas, que dentro de tres años nos presentaremos en Bruselas y le diremos a Almunia: no nos eches ni nos multes, Joaquín, que hemos nivelado las cuentas y redujimos el déficit al 3%.
Después llega Josep Antoni Duran Lleida y pregunta por la política energética.
Ahora no existe, pero tranquilo, Duran, que el año que viene habrá pacto de Estado
y tendremos una política energética que será la envidia de Europa y del mundo.
Todo está previsto, medido y con ejecución marcada en el calendario. ¡Qué felices
vamos a ser! No harán falta sesiones de control ni nada parecido. Estará todo tan
resuelto y con el consenso de todos, que esto será el paraíso de la planificación
alcanzada. Es más: parece que los problemas de hoy son fabricados justamente
para darles solución entre el año que viene y las dos próximas décadas. La única
excepción puede ser el Estatut de Catalunya, pero eso ya no depende del Gobierno.
De esta forma, nuestro señor presidente se ha convertido en el mejor gobernante
del futuro. Es hombre de larga mirada y porvenir seguro que no se deja condicionar
por el presente turbulento. Soluciones para hoy tiene pocas, o no las deja ver; pero
arreglos de futuro, todos; absolutamente todos. Nada de apaños y remiendos de
corto plazo, sino propuestas de largo alcance: economía sostenible para un cuarto
de siglo; energía para veinte años; empleo para dentro de un año o dos; pacto
social el próximo trimestre… Jauja. Lo que ocurre es que quienes no lo encuentran
tan claro son, sois, gentes de poca fe, que os resistís a creer lo que no habéis visto;
desconfiados antropológicos; hombres y mujeres carcomidos por la urgencia; y
todos, alanceados por los profesionales del catastrofismo de la derecha, que
quieren crecer en votos sobre cada parado y boicotean con descaro las ilusionantes
realidades que vendrán. Diga que sí, presidente. Conjúrenos a todos contra esos
conspiradores de la impaciencia. Y digamos con usted: arreglemos el futuro, que el
presente no tiene solución.

"No sabe, no contesta" Marius Carol 18/02/2009

El escritor Octavio Paz tenía tan poca fe en los políticos que sostenía que ningún pueblo cree en su gobierno, así que a lo sumo los pueblos están resignados ante sus gobernantes. Lo malo es cuando a esta falta de confianza se une el desinterés de los ciudadanos. Entonces más que una cuestión de resignación, nos encontramos frente a un problema más grave: la dimisión de las gentes ante la política. Esta podría ser la conclusión que se extrae de la lectura del trabajo del Centro de Estudios de Opinión, organismo que investiga para la Generalitat catalana. En efecto, según la última encuesta
dada a conocer por el CEO, cuando a los catalanes se les pregunta qué partidos forman el Govern, el 29,2% no acierta, el 21,5% no lo sabe y el 0,6% no contesta. Es decir, más de la mitad de los catalanes es incapaz de decir quiénes forman la mayoría que les gobierna. O lo que es lo mismo, tres millones
ochocientos mil catalanes no tienen ni repajolera idea de qué partidos mandan en su país. Lo que invita a pensar que no sólo debemos mejorar la calidad de nuestra democracia, sino acercar la política a la gente. Una cosa es que los catalanes vivan con escepticismo (“resignación”, por decirlo en palabras de Paz) la actuación de sus dirigentes y otra es que no conozcan ni a quiénes deben exigir responsabilidades en las instituciones. Iu Forn ironizaba en Avui diciendo que echa en falta la pregunta “¿cree queaCatalunya la gobierna algún partido?”. Pero mejor que los investigadores
sociales no la hayan incluido, porque el resultado podría ser descorazonador. La encuesta pone de manifiesto el total desconocimiento de amplias capas de la población catalana sobre quiénes pilotan el Consell Executiu, dándose la circunstancia de que casi el 10% de los consultados piensa que CiU está representada en el poder e incluso el 1,3% está convencido de que el PP forma parte del gobierno
de coalición catalán. Tan sorprendentes son estos datos como que la mitad de los encuestados ignore que ICV forma parte del tripartito, que casi el 40% desconozca que ERC está al frente de varios departamentos o que el 28,5% no sepa que los socialistas lideran
la Generalitat de Catalunya. El trabajo del CEO es una fotografía de la sociedad catalana que resulta
desmoralizadora. El retrato del país manifiesta claramente el divorcio de los ciudadanos con la política: el 35,4% de los encuestados confiesa que le interesa poco la política y el 23,8% admite que pasa olímpicamente de ella. El resultado debería llevar a reflexionar a la clase dirigente acerca del fracaso que supone su alejamiento de los ciudadanos y los peligros que ello comporta para una democracia, pero no parece que estén dispuestos a perder un minuto en la autocrítica. Otro poeta, en este caso Paul Jean Toulet, satirizó: “Si un pueblo tiene el gobierno que merece, ¿cuántos nos
merecemos no tener ninguno?”

"La UE recela de Zapatero" Juan Carlos Merino 10/01/2010

Qué antiguas parecen haber quedado aquellas elogiosas portadas de prensa internacional que acaparó José Luis Rodríguez Zapatero, como la de Time en septiembre del 2004 ("Spain's new man") o la de Newsweek en abril del 2006 ("Making socialism work"), que incluso se colgaron con orgullo en algunos despachos del cuartel general del PSOE en la calle Ferraz de Madrid. El presidente del Gobierno español asumió formalmente el pasado viernes la presidencia de turno de la Unión Europea, y los principales órganos de prensa de referencia europea e internacional no le han concedido ni la primera semana de gracia. La revista de prensa internacional, que resume y traduce puntualmente la Moncloa en su propia página web, está siendo especialmente implacable con Zapatero desde que arrancó el año y con él la presidencia española de la UE. Sin fisuras: Zapatero ha sido recibido de uñas.

El último número del semanario británico The Economist, del 7 de enero, ha sido el colofón de siete días de constante vapuleo del presidente español en la prensa internacional. Una ilustración con un Zapatero vestido de flamenco con la camisa mal remendada y que invita a bailar a una recelosa Europa vestida de faralaes acompaña este titular: "España dirige ahora la UE, pero no con el ejemplo". El artículo recuerda que la tasa de paro española se dirige al 20%, el doble de la media de los países de la eurozona, "tras el estallido de una burbuja inmobiliaria de proporciones monstruosas". "En toda Europa, en artículos y editoriales, se han burlado de la idea de que Zapatero asesore a Europa sobre la recuperación económica", añade. Y zanja: "Si quieres que se siga tu consejo, has de tener algo creíble que decir".Un día antes, el 6 de enero, el aldabonazo contra Zapatero llegó desde el diario británico Financial Times: "Una desmañada España ha de guiar a Europa", tituló. Este editorial se cebaba con el ataque de hackers informáticos que colaron la imagen de Mr. Bean en la web de la presidencia española, ligando al personaje cómico con Zapatero: "Mr. Bean es famoso por sus tropiezos y contratiempos; España también parece en estos momentos tendente a los accidentes". El golpe es duro: "Tanto los gobiernos de González como de Aznar presidían una economía boyante que infundía en la población cierta fanfarronería. Pero la recesión mundial ha golpeado duramente a España. El paro está cerca del 20% y el muy importante sector de la construcción está hundido. Quizá Zapatero se encuentra distraído por sus cuitas internas, ya que el programa de trabajo que ha propuesto para la presidencia española es notablemente anodino, incluso para los poco exigentes estándares de las presidencias de la UE".Ese mismo día, el francés Le Figaro daba cuenta de que España está "al mando" de la UE sin mucho entusiasmo: "Un Zapatero debilitado por la crisis asumió el 1 de enero la presidencia de turno de la Unión. Mientras anuncia el lanzamiento, a finales de enero, de un plan de austeridad muy exigente para reducir el creciente déficit público, el jefe del Gobierno socialista cuenta con redorar su blasón en el panorama internacional". Y el holandés De Telegraaf insistía en el asunto de Mr. Bean: "Ha supuesto ya la primera mella en el blasón europeo del presidente español". Hasta en el China Daily se hicieron eco del incidente, el 5 de enero: "La imagen del actor británico Rowan Atkinson, más conocido como Mr. Bean, ha sido utilizada a menudo por los ciudadanos españoles para burlarse de su presidente".Otro órgano de referencia de la prensa europea, el alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung, ya elevó el tono el 4 de enero, en un artículo en portada de Leo Wieland titulado "España en el agujero". "España fue el último de los grandes países de la UE en caer profundamente en la crisis económica, y también es el último que –quizá en este año– volverá a encontrar la salida de este agujero. Mientras otros países socios, que por el momento presentan un débil crecimiento, vuelven a anunciar unos primeros brotes verdes, la península Ibérica –Portugal incluido– se queda estancada de forma peligrosa. El país, que después de una década dorada se vanagloriaba de haber superado a Italia en renta per cápita y de lograr en
breve lo mismocon Francia, en el fondo debería hacer inventario en profundidad", dijo. El diario alemán concluyó: "Tras un largo tiempo de aprendizaje y una insistente negación de la crisis, Zapatero ha reconocido entre tanto los problemas estructurales de España. Su punto fuerte en casa es la debilidad de la oposición conservadora".Y desde el otro lado del Atlántico también llueven críticas. Como las de John Vincour , el 4 de enero, en el estadounidense International Herald Tribune: "A pesar de tener la peor tasa de paro de la UE, el 19,3%, una calificación negativa de la deuda soberana y un déficit cercano al 11%, se supone que España, y no bromeo, ha de dar impulso a una nueva estrategia de crecimiento a diez años de la UE". "Con este historial –prosigue–, sin acciones correctivas serias en dos años de pronunciado declive económico y marginalización como actor en política exterior bajo el Gobierno socialista de Zapatero, ¿cómo funcionará esta España con su parte del león de la gestión europea que con tanta ilusión asumió? Por el momento, hay indicios de incoherencia".El belga Le Soir también es escéptico: "¿Acaso este semestre supondrá un claro giro a la izquierda? Puede que eso sea lo que ocurra con la retórica española, pero la realidad es muy distinta y Europa, en su gran mayoría, sigue dirigida por gobiernos de centro o de derecha (…). La presidencia española quedará sobre todo marcada por la instalación caótica del tratado de Lisboa y por la rivalidad entre los tres presidentes, Van Rompuy, Zapatero y Barroso".Sobre la debilidad política de Zapatero y económica de España, en fin, en los últimos días han coincidido diversos artículos en el francés Le Figaro ("Debilitado, Zapatero busca un respiro en la Unión"), el alemán Die Welt ("Una España debilitada deberá liderar Europa") y hasta el marroquí L'Économiste, el 5 de enero: "España, con sus cuatro millones de parados y su modelo inmobiliario en quiebra, es un alumno malo en la clase europea. Zapatero está debilitado políticamente y suscita cierto escepticismo. Pretende mejorar su imagen aprovechando las grandes cumbres".

"Los Amos del Corral" Pilar Rahola 09/01/2010

Aseguran las gargantas profundas del correveidile político que la sentencia del Estatut está al caer. Martes, pronostican. Debe de ser por ello que los nervios están a flor de piel, los Guerra de turno lanzan sus bombas fétidas contra los políticos catalanes –nada nuevo bajo el sol del guerrismo–, y en la soledad del despacho, el Molt Honorable redacta cartas de socorro a la sociedad catalana. Todos están a la expectativa y se posicionan en sus respectivos puestos de ataque, no en vano la mayoría prevé una sentencia indigerible.

En estos movimientos de tropas, a la espera del zarpazo constitucional, brilla por méritos propios la propuesta que ha hecho ICV de "aislar" al PP de la política catalana. Una especie de condena de exilio interior, como si el PP no fuera Catalunya, sino una suerte de alienígena que vive entre nosotros para ocuparnos el cuerpo y destruir al planeta catalán. Lagartos de lengua bífida, transmutados en terrícolas principatinos. Algo así como los protagonistas del sublime relato Invasió subtil de Pere Calders, que alertaba de una invasión masiva de japoneses, tan bien camuflados, que incluso eran japoneses los vendedores de santos de Olot, cuya apariencia catalana era el escondite perfecto de un nipón colonizador. Japoneses, pues, pero en versión peperos mesetarios. Y para ellos, la expulsión simbólica. Esta tentación de "muerte política" para con el PP no es nueva en Catalunya, y en ella han caído desde socialistas hasta los convergentes, acompañados siempre por ERC. El mérito, pues, no es exclusivo de ICV. Tampoco lo es el demérito, porque si algo resulta abominable, desde una perspectiva democrática, es la demonización del contrario y su acorralamiento por la vía del estigma. Es como si nada hubiéramos aprendido desde los tiempos en que alguien recordó que la democracia no era compartir las ideas de los otros, sino darlo todo para que pudieran tenerlas. ¿Quién es nadie para otorgarse la verdad política, para considerarse propietario del debate público, para expulsar a otros de la vida colectiva?Personalmente, no me gusta el PP, y creo que el error de llevar el Estatut al Constitucional es una de las losas que pesan sobre la vocación centrista de Rajoy. Pero estando en sus antípodas, aún me gustan menos los que estigmatizan a otros cuya representación es igualmente legítima. De hecho, en este caso, el PP tiene más votos que ICV, de manera que la cosa ya es el colmo. ¿Qué hacemos, pues? ¿Son menos catalanes los miles que votan al PP, los enviamos al exilio, los estigmatizamos? Perdonen, pero yo de ese autobús me bajo. El PP forma parte de Catalunya, y su aportación me interesa, incluso para rebatirla. Reclamo, pues, el derecho a que no se use el nombre de Catalunya para la intolerancia. Quienes lo hacen no son patriotas, ni garantes democráticos. Son, simplemente, comisarios políticos.

"Catalunya-España: esa distancia" Fernando Onega 09/01/2010


Algo estamos haciendo muy mal entre todos. Lo que está ocurriendo en las relaciones políticas entre Catalunya y el Estado –no quiero decir España– no tiene lógica, al menos visto desde la distancia. No es normal que a los pocos meses de negociar la nueva financiación surjan voces, como la del señor Laporta, que consideren ruinoso pertenecer a España. No es normal que el hombre que negoció ese acuerdo, el señor Castells, plantee ahora formalmente un cambio en la relación Catalunya- España. No es normal que el representante del Estado, como presidente de la Generalitat, quiera liderar una respuesta unitaria a una institución de ese mismo Estado. No es normal que esa respuesta sea entendida fuera de Catalunya como un aviso de insumisión. No es normal que otro socialista, Alfonso Guerra, lo descalifique alegando que Montilla está "en la estratosfera". Y, sobre todo, no es normal que una relación siempre difícil, pero siempre razonable, parezca el prólogo de un divorcio. Algo se está haciendo mal entre todos.¿Qué sería lo normal? Desde luego, que hubiera habido sentencia del Estatut hace dos años. Pero, si no la hubo, no ha sido por hacerle daño a Catalunya, como a veces se insinúa. Ha sido justamente por lo contrario: porque se han pasado mil días tratando de encontrar encaje en la Constitución. Han sido mil días de historias feas, pero también de malabarismos, de vueltas jurídicas, de equilibrios interpretativos, trabajados justamente para salvar el Estatut y evitar la gran decepción. Si al final no se consigue totalmente, no es para humillar a Catalunya, sino porque, con la Constitución en la mano, ese encaje no es posible.Y ahí es donde habría que situar el debate, no en la estéril y fácil teoría del agravio, que no hace más que enrocar las posiciones. Y no, desde luego, es la grotesca teoría de la insumisión, que honradamente creo que nunca se le ha ocurrido a Montilla. Sin embargo, por ahí va la contienda política, alentada por quienes desean un varapalo constitucional para sustentar sus aspiraciones soberanistas, y explotada por quienes son incapaces de entender que Catalunya tiene derecho a defender sus características propias, nacionales o no, y a avanzar en su autogobierno. Entre unos y otros se echa en falta un territorio de sosiego y concordia. Y, como falta, lo único que avanza es la distancia. El balance de estos días es que Catalunya y España están más distantes que nunca. Jugando con términos de actualidad, se podría decir que Zapatero preside la Unión Europea y la Desunión Española.¿La solución estará en esa reunión de líderes catalanes y el conjunto de fuerzas políticas españolas que sugiere Antoni Castells? No lo sé. Mejor eso, desde luego, que la formación de frentes, que es lo que están haciendo. Alguien tendría que decirle a la clase política que su responsabilidad es histórica. O rebajan la tensión y entran en un periodo de entendimiento razonable, o una sentencia restrictiva del Estatut será un problema de convivencia nacional. Ya ha empezado a serlo.

"Miedo en la estratosfera" Francesc de Carreras 09/01/2010

Alfonso Guerra se mostró anteayer sorprendido por el agradecimiento de Montilla, mediante carta personal, a las entidades catalanas que se habían sumado al famoso editorial conjunto en el que se intentaba presionar al Tribunal Constitucional, así como por la petición de apoyo previo a dichas entidades respecto a una hipotética respuesta unitaria, liderada por el Govern, a la sentencia sobre el Estatut. Con su habitual agudeza y sarcasmo, el dirigente del PSOE tachó la iniciativa de "increíble" ya que todavía no se conoce el contenido de la sentencia y añadió que los políticos catalanes "están un poco en la estratosfera". Esta percepción del ex vicepresidente del Gobierno me parece que es compartida por muchos ciudadanos de Catalunya: los políticos catalanes habitan, ciertamente, en la estratosfera.

Sus iniciativas, declaraciones y propuestas tienen poco que ver con las preocupaciones de estos ciudadanos. En Catalunya hay un divorcio entre la realidad político-mediática y la realidad social, entre los políticos y el hombre de la calle.Esto se advierte no sólo en la vida diaria sino en los sondeos de opinión y en el creciente aumento de la abstención electoral. Pero los políticos, en lugar de rectificar, no hacen ni caso, siguen impávidos y satisfechos en su mundo, en su estratosfera y, desde allí, piden ayuda a la parte subvencionada de la sociedad seguros de obtener su apoyo a cambio de futuros favores o, cuando menos, para evitar previsibles represalias.Sin embargo, la actual búsqueda de respaldo social por parte de Montilla parece obedecer, además, a una razón más partidista, no en vano estamos en año electoral. El presidente de la Generalitat tiene miedo a quedarse solo en la respuesta a la famosa sentencia sobre el Estatut. Es obvio que el Govern está en un momento de gran debilidad debido a las divergencias internas y a la creciente desconfianza entre sus tres socios. La valoración de la sentencia constitucional será forzosamente distinta dadas las diferentes posiciones en la materia: unos quieren ya la independencia, otros el derecho a decidir, otros –desde el mismo PSC– una reforma constitucional que establezca una nueva relación entre Catalunya y España. Se está entrando en la misma lógica del yo más, igual que en la elaboración del Estatut.

En este escenario, Montilla tiene miedo a quedarse solo en la defensa del texto y pide apoyos sociales para restar márgenes de maniobra a los demás partidos, tanto a sus socios de Govern como a CiU. Montilla quiere blindarse y dirigir la respuesta con el fin de evitar anticipar las elecciones o llegar al final con un gobierno descompuesto y una posición parlamentaria extremadamente debilitada que le conduzca a un proceso electoral que le impida repetir el tripartito y acabe dando la presidencia a Artur Mas. En la oposición, como en la estratosfera, suele hacer mucho frío.