jueves, 3 de mayo de 2012

"El asomo del Rencor" Fernando Ónega


  Fernando Ónega          03/05/2012   (La Vanguardia)


La herencia de Zapatero es ciertamente ruinosa, pero no sé qué haríamos sin ella. No tendríamos disculpa ni explicación para nada. No habría argumento para ningún recorte. No habría a quien echarle la culpa de las malas noticias. Estaríamos desarmados ante las emergencias. No habría modo de justificar las reformas que llevan decenios esperando, incluso desde antes de que Zapatero decidiera dedicarse a la política y nos dejara ese legado de mala sombra que nos persigue por donde vamos, sean manifestaciones sindicales o tendidos eléctricos de Bolivia.

No exagero. Lo último ocurrido ha sido la nacionalización de la filial boliviana de Red Eléctrica Española, y el recurso a Zapatero lo explica todo. Henos aquí ante el pago que nos dan los líderes que el presidente español cultivó. Henos aquí ante el resultado de una política exterior equivocada, que renunció a estar en los grandes centros de decisión mundial y se acercó al populismo. Henos aquí ante los frutos de una gestión alicorta que debilitó a España, la devolvió al rincón de la historia, y ahora nos chulean la señora Kirchner y el señor del poncho.

Antes de eso hubo manifestaciones del Primero de Mayo. ¿Quiénes la convocan? Los mismos que ampararon la política del gobierno socialista. Si no lo hubieran hecho, ahora no estaríamos tan mal. Son cómplices de una gestión nefasta. Colaboradores necesarios. ¿Y ahora de qué se quejan? Contra Zapatero no se movían. No sacaron una pancarta en contra de la destrucción de empleo. No defienden a los trabajadores; atacan a la derecha cuando gobierna. La huelga general que le hicieron al PSOE fue un apaño de amiguetes para cuidar su imagen. Las desgracias nacionales vienen de su colaboración.

Inmediatamente antes, el PSOE alentó esas protestas. ¿Cómo pueden tener esa desvergüenza? Dejan más de cinco millones de parados, fruto de su incapacidad para gobernar la nación, y ahora se atreven a protestar. No sé cómo no les da vergüenza salir a la calle, dijo alguien. Tendrían que estar callados, vino a decir el propio presidente. ¡Y encima, el último ministro de Trabajo de Zapatero tiene la desfachatez de presentarse en una manifestación! ¡Y el que fue ministro y portavoz en el Congreso se deja retratar con una pegatina de UGT!

Disculpen, pero ese es el clima que se respira en los hervideros de Madrid. Es comprensible: el gobierno de Rajoy no pensaba encontrar las cosas tan mal. Lo que me pregunto es a qué conduce todo esto. De momento, a intuir un revisionismo que tiende a rechazar todo lo que no coincida con el pensamiento oficial; a interpretar que se trata de imponer una ley del silencio sobre quien discrepa; a ahuyentar toda posibilidad de diálogo o solución acordada a los quebrantos nacionales; y lo más grave: a la aparición en la escena política del odio. Estos días hemos escuchado demasiados discursos que parecen movidos por el rencor. Eso no puede ser bueno para ningún país.

jueves, 1 de marzo de 2012

"Ceporro con puñetas" Cesar Vidal La Razon 29/02/2012

Llevaba meses anunciando en la tertulia de Es la noche de César cuáles iban a ser las sentencias de los tres casos del juez Garzón y dado que he acertado tres de tres no puedo decir que me sorprenda la última relacionada con la investigación de los crímenes de los vencedores de la guerra civil. Sostenía yo en la tertulia que modero que aunque mi posición personal era similar a la del voto particular redactado por el magistrado Maza, sin embargo, estaba convencido de que el Supremo se inclinaría por una sentencia que podría resumirse en un «es usted un ignorante supino, pero esa circunstancia, triste e innegable, no lo convierte en prevaricador».  A decir verdad, la resolución constituye una trituradora de toda la propaganda zapaterina sobre la mal llamada Memoria histórica y, sobre todo, de la bochornosa endeblez jurídica de Garzón. Diferencia el texto la búsqueda de la verdad histórica, siempre interpretable y vinculada a la perspectiva del tiempo, de la que debe emprender un juez de lo penal que debería buscar no sembrar la compasión sobre las víctimas sino encontrar a culpables, juzgarlos y condenarlos, algo que Garzón no podía hacer en ningún caso.
Señala igualmente que no se puede iniciar una causa contra los crímenes de la guerra civil porque prescribieron hace años –algo que Garzón sabía– que no se les puede aplicar retroactivamente la consideración de crímenes contra la Humanidad ya que la Convención de Viena es posterior; que la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos humanos es obviamente contraria a las acciones de Garzón; y que crímenes de guerra cometieron –¡ay ZP, ay Cayo Lara, ay Valenciano!– los dos bandos en no pocas ocasiones. Desmonta totalmente la interpretación de la Transición impulsada desde cierto sector de la izquierda en el sentido de que el franquismo impuso su impunidad como las dictaduras argentina y chilena para recordar que, en realidad, todas las fuerzas políticas cedieron algo para permitir una convivencia que evitara la guerra civil, que fue la izquierda la que más énfasis puso en la ley de amnistía de 1977 y que, por supuesto, ésta sigue vigente como el mismo Garzón puso de manifiesto al rechazar la querella interpuesta contra Santiago Carrillo por las matanzas de Paracuellos. Y a todo lo anterior, añádase que la resolución va pulverizando todas y cada una de las suposiciones de Garzón para dejar de manifiesto que no pasó de ser un zote jurídico, una calamidad judicial, un verdadero ceporro con puñetas. Lo han absuelto, sí, pero, tras leer la sentencia, da la sensación de que a los magistrados les ha faltado un pelo para concluirla con el título de aquella novela de Álvaro de Laiglesia que tenía por nombre «¡Dios le ampare, imbécil!».

martes, 24 de enero de 2012

"Bardem" Alfonso Ussía

Me divierte esta gente. Ya no saben qué hacer para llamar la atención. Su «marketing» –perdón por la cursilería– se sustenta en la grosería calculada y la incoherencia. Hace pocos días, el Instituto Reina Sofía de Nueva York entregó sus premios. No tengo la relación de los miembros que componen su jurado, pero me temo más de una sorpresa. Entre los premiados estaba el inevitable Javier Bardem. Todos los presentes, empezando por la Reina, protocolariamente vestidos. Pero como Javier Bardem es comunista y republicano, se presentó sin corbata para parecer más de izquierdas. La Reina le entregó su medalla y Javier Bardem se la agradeció recordando a la Reina su condición de republicano, detalle que a la Reina y al resto de los
presentes les importa un bledo. El día que le concedan el Premio Quesos de Castilla, lo dirá cuando reciba el queso: «Muchas gracias, pero soy republicano». Años atrás, encabezó el movimiento de la Ceja con su oposición a la guerra de Irak y llamó asesino a Aznar. Poco después, el Gobierno socialista de Zapatero mandó a nuestros soldados a luchar en la guerra de Afganistán. Pero Bardem se calló, seguramente por su condición de republicano. También, desde su condición de anticapitalista y antinorteamericano, montó un «lobby» para acceder a la posibilidad de ser premiado con un «Oscar». Es un buen actor y ganó el «Oscar». Y a pesar de que se lo daban en los Estados Unidos lo aceptó encantado, olvidando su condición de antinorteamericano, anticapitalista y republicano, que allí en Estados Unidos significa ser muy de derechas. También es un decidido defensor de la causa palestina, y los judíos le caen muy mal. Pero lo que son las cosas. Ingresó a su mujer, Penélope Cruz, en unos de los hospitales más caros del mundo para que ésta diera a luz al hijo de ambos. En un hospital de Los Ángeles fundado y administrado por la comunidad judía. Lo normal y lógico en un antinorteamericano, anticapitalista y antisemita. El feliz matrimonio viene poco por España, porque aquí el cine no tiene dinero, y el anticapitalista busca dólares en otros mercados. Pero como las raíces tiran, el joven matrimonio anticapitalista, antinorteamericano, antisemita y republicano ha elegido para vivir la urbanización «La Finca», la más exclusiva de los entornos de Madrid, y hace muy bien, porque un comunista anticapitalista tiene todo el derecho a vivir entre multimillonarios si puede mantener ese nivel de vida. Y cuando le pregunte un inocente militante comunista el motivo de tanto lujo, él coherente le responderá: «Ya ves, vivo ahí, pero soy republicano».

Sentirse comunista, antinorteamericano y republicano, no garantiza la coherencia. Por respeto a la Reina, pero más aún, por respeto a sucondición de republicano, no se acepta el premio del Instituto Reina Sofía, y si se acepta, se acude vestido de premiado, no de grosero marginal. Por respeto a su condición de antiamericano y anticapitalista, no se acepta el «Oscar». Por respeto a sus simpatías palestinas y desafectos hacia Israel, no se tienen los hijos en un hospital judío carísimo. Y por respeto a su condición de comunista, no se hace uno una casa en la urbanización más selectiva de Madrid.
Y todavía hay gente que admira su militancia en la izquierda. Gente muy divertida, por otra parte.