martes, 20 de diciembre de 2011

"Antología de Frases de Zapatero" Alfonso Ussía 18 Diciembre 2011



Me irrita la falta de generosidad de los periódicos con los aciertos de la competencia. Hoy, no tengo más remedio que felicitar a la «Crónica» de «El Mundo» por su antología de frases de Zapatero. Reunidas, conforman el retrato de un insensato, un mentiroso y un humorista involuntario. «La Tierra no pertenece a nadie, salvo al viento» (17/12/2009) es el pensamiento que le lleva, dos años más tarde, a anunciar su futuro: «El mejor destino es el de supervisor de nubes acostado en una hamaca». Le deseamos desde aquí una larga y fructífera supervisión. Insuperable su referencia a Obama: «La cuestión no es qué puede hacer Obama por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros por Obama» (30/7/2009). Durante el año 2005, Zapatero es  Supermán. «Somos la envidia de Europa, y en pocos años vamos a ser un país de primera división en el mundo». (19/12/2005). En el año 2006, su fuerza visionaria es ya invencible: «Hoy estamos mejor que hace un año. Pero dentro de un año estaremos aún mejor». No obstante, es en el año 2007, con todas las naciones serias adoptando medidas drásticas para combatir la crisis económica, cuando surge el Zapatero insuperable, el chocholo de barra de bar: «Lo enunciaré de forma sencilla pero ambiciosa. La próxima Legislatura lograremos el pleno empleo en España». Vuelvan hacia atrás la lectura y repitan la frase. La pronunció el 3 de julio de 2007. También ese mismo año, el 16 de octubre: «No hay atisbo de recesión económica. La economía española tiene muy buenos fundamentos».

Extraordinaria precisión de un excepcional Presidente. Claro que el año 2007 lo había principiado con una revelación asombrosa, emitida el 15 de enero. «Vamos a superar a Alemania en renta per cápita. Es que el crecimiento de España está en el 4%, creando empleo. Sólo con esa cifra, uno, como Presidente de Gobierno, se siente ya absolutamente reconfortado en el balance de su actuación». En el año 2008, desprecia, denuncia y arremete contra los que le hablan de la crisis. El 14 de enero: «La crisis es una falacia. Puro catastrofismo». Crecen los parados hasta los cuatro millones, pero Zapatero tiene su versión: «No son parados. Son personas que se han apuntado al paro» (7 de febrero de 2008). Y el 5 de julio de aquel desastroso año para España, Zapatero nos sonríe: «Ser optimistas es algo más que un acto de racionalidad: Es una exigencia moral, un rasgo de decencia, y si me lo permitís, hasta de elegancia». Elegantísimo. El año 2009, de acuerdo con sus frases, es el año que dedica al calor familiar. En una misma entrevista, publicada el 31 de mayo, se refiere a su mujer e hijas. «En mi vida personal, lo que más me emociona es la mirada cómplice de Sonsoles». Nada que objetar, porque las miradas cómplices son muy importantes. Pero la utilidad de su famoso «talante» queda en entredicho con este segundo reconocimiento:
«También aplico la política del talante en la educación de mis hijas». Lo comprobó el matrimonio Obama. El 21 de febrero de 2010, nos tranquiliza: «Conmigo de Presidente, jamás habrá en este país recortes sociales». Y animado por su exuberante feminismo, nos anuncia a los varones tiempos de trances difíciles: «Acabaré con siglos de dominación del hombre» ( 28 de marzo de 2010).

El 3 de abril de 2011, se muestra plenamente respetuoso con la democracia interna del PSOE: «No nos gusta el dedazo». Pero la frase excelsa, la guinda, el colofón genial, nos la regala el 3 de marzo de 2011, año de su desaparición política para siempre: «¡No sabéis cómo se puede disfrutar de la democracia! En mi caso, llegué a ser Presidente del Gobierno». Así era.


miércoles, 7 de diciembre de 2011

"Las Ilusiones Perdidas" Concha Caballero


CONCHA CABALLERO

Las ilusiones perdidas




No se van en trenes con maletas de cartón pero llevan sus bienes más preciados: un portátil, un móvil de última generación regalado por un familiar o conseguido a base de una lucha de puntos sin cuartel. Suelen tomar un vuelo de bajo coste, cazado pacientemente en las redes de Internet. Se van a hacer un máster, o han logrado una mal llamada beca Erasmus que costará a la familia la mitad de sus ahorros. Otras veces van a hacer de au-pair, de auxiliar de conversación, o a cualquier trabajo temporal. La familia va a despedirlos a la puerta de embarque y mientras se alejan disimularán unos su pena y otros su incipiente desamparo. "Es por poco tiempo -se dicen-. Dominarán el idioma, conocerán mundo... Regresarán en pocos meses".
Hasta hace poco era un privilegio de los nuevos tiempos que les permitía gozar de una libertad sin límites, de un mundo sin fronteras, de una capacidad casi infinita de aprendizaje... Hasta que llegó la crisis y la maleta pareció distinta, la espera en la fila de embarque más embarazosa, la despedida más triste y el fantasma de la ausencia definitiva más cercano.
No. No llevan maletas de cartón, ni hay aglomeraciones en el andén de la despedida. No se marchan en grupo, sino uno a uno. Aparentemente nada les obliga. Ha sido una cadena invisible de acontecimientos. Estuvieron allí hace unos años, o tienen una amiga que les ha informado de que puede encontrar algún trabajo con facilidad. No pagarán mucho, eso es seguro, pero podrán ganarse la vida con cierta facilidad... A fin de cuentas aquí no hay nada.
Y se marchan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras.
No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. "Mi hija está en Berlín", "se ha marchado a Montpellier", "se fue a Dubai" son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país.
En los tiempos de crisis que detallan cada euro gastado nadie computa los centenares de miles de euros empleados en su formación y regalados a empresarios de más allá de nuestras fronteras con una torpeza sin límites, con una ignorancia sin parangón. Menos aún se cuantifican el esfuerzo de sus familias, las ilusiones perdidas y sus sueños rotos en mil pedazos.
No llevan maletas de cartón, pero componen un nuevo éxodo que azota especialmente a Andalucía, que dispersa a nuestros jóvenes por toda Europa y gran parte del mundo, que nos priva de su saber, de su aportación y de su compañía. Pero, aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable, que nos privará de muchos de nuestros mejores talentos. Nadie protesta por esta nueva oleada de exiliados que son una acusación silenciosa del fracaso y de engaño. Se van en silencio por el túnel de embarque en el que les alcanzará la melancolía por la pérdida temprana de su tierra.
No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos. No son los socorridos ni-nis que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos.