miércoles, 11 de septiembre de 2019

"Artur Mas: El peor presidente de Cataluña"   por Xavier Vidal Folch   21.09.2015




"Artur Mas ha partido por la mitad a la Nación catalana, ha desprestigiado a la Generalitat en el mapamundi, apenas ha legislado y ha aplicado los más duros recortes en España, sin mejorar la deuda pública, que dobla la del tripartito"


Artur Mas opta con denuedo al título de peor presidente de la Generalitat contemporánea, el que más perjuicio ha causado a los catalanes. Y en la historia, quizá solo pueda compararse al incompetente canónigo Pau Claris, que en 1640 entregó el país —independizado— a la corona francesa, una aventura atrabiliaria que acabó pronto (en 1652) y mal (se perdió el Roselló y parte de la Cerdanya). Mas ha dividido al país y lo conduce al precipicio. Sin más salida que volver, debilitado y desacreditado, al punto de partida. A no ser que otros lo rescaten.
No solo rompe la “unitat civil del poble català” (Raimon Obiols) que reclamó siempre la izquierda. Parte al menos por dos la fuerza político-cultural de la nación catalana, al proponer una fuga hacia adelante de tal calibre que le resulta imposible seducir al conjunto de la ciudadanía. O al menos a su gran corriente central (en torno al 80% de la población), la del catalanismo plural entendido como el “concepto globalizador de Cataluña y de todos los hombres que viven y trabajan en ella” que pretendió su mentor y padrino (Jordi Pujol, ConstruïrCatalunya, 1979).
Lo extraño es que de un tiempo a esta parte porfíe, no en crear, como aparenta, una nueva unidad (en realidad, un frente contra varios no frentes), sino en quebrar la complicidad básica que operaba desde la Transición. La expulsión del templo común de las dos grandes fuerzas europeas —los democristianos de Unió, merced al chantaje del hecho consumado de la coyunda convergente con Esquerra; los socialistas del PSC, por el asedio con múltiples caballitos de Troya— es la coronación de tanto esfuerzo. El empeño de Mas ya ha sido coronado por el éxito. Cataluña, como quería su viejo aliado José María Aznar, está rota. Por eso su balance está a años luz de los de Josep Tarradellas, Jordi Pujol, Pasqual Maragall o José Montilla. O del de Francesc Macià. Quizá, incluso, del de Lluís Companys, siempre controvertido.
No solo ha reavivado los viejos demonios del centralismo y los recelos a la catalanidad en algunos estratos de la sociedad española. Ha paralizado —a escote con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy— el progreso de la autonomía, al no reunir ni una sola vez en su segundo mandato a las comisiones mixtas Estado-Generalitat; al no influir para que el Gobierno cumpliese la preceptiva reforma del sistema de financiación autonómica; al desistir en la reivindicación de las 23 reclamaciones planteadas a Rajoy hace un año; al no mover ni un solo meñique por salvar alguna de las 10 (de 11) cajas de ahorros desaparecidas; al transformar súbitamente reivindicaciones muy mayoritarias (nuevo pacto fiscal, celebración de un referéndum legal) en abrupto desafío a la España constitucional.
Hacia afuera, el prestigio de la Generalitat ha caído a los pies de los caballos. Ni un solo líder internacional la visita, salvo el xenófobo dirigente de la (prolepenista) Lega, Roberto Maroni. Y cuando su titular viaja ni siquiera consigue una photo opportunity no ya con jefes de Estado sino con un comisario europeo o con sus pares gobernadores estadounidenses, como ha sucedido con los de California o Nueva York.
La obra de Gobierno realizada preludia la calidad de la que emprendería. La de Mas es lamentable. Su periodo, primero como conseller en cap y luego como presidente viene marcado por el mayor éxtasis de la (presunta) corrupción: saqueo del Palau, consiguiente embargo de 15 sedes de Convergència; comisiones del 3%.
Su obra legislativa es nimia: en 2013 pasó una sola ley en el Parlament; en 2014 apenas tres sustanciales (transparencia, acción exterior, homofobia). La ejecución de sus presupuestos (cuando los elaboró, que no en 2013) ha sido deplorable, no adivinó el resultado de ningún ingreso extraordinario y se enfangó en las principales privatizaciones (Aigues Ter-Llobregat).
Solo acertó en la intención de un decreto, el de la pobreza energética, que aplazaba el corte de la energía del invierno a la primavera a los pobres de solemnidad. En intención, porque el alcance del alivio (atrasar una estación el desastre) fue cicatero y el número de agraciados, miserable: apenas benefició a 895 familias, mientras Barcelona —con su digno correligionario Xavier Trias al frente— ayudó en este aspecto a 3.100 familias (2014) y el conjunto de municipios, Cáritas y Cruz Roja, a 48.000. Pero tuvo la suerte de que el Gobierno central fuera aún más zote y lo impugnara ante el Constitucional, consagrando a Mas en la asfixiante propaganda oficial como gran Espartaco de los excluidos.
Donde Mas fue certero e implacable fue en la política de recortes sociales, que ahora sus edecanes progres de lista (Raúl Romeva, Muriel Casals, Toni Comín, Lluís Llach...) tratan de disfrazar con promesas indemostrables. Cataluña es la duodécima comunidad en gasto educativo y la decimocuarta en sanitario (datos de 2013).
En educación redujo de 2011 a 2015 en 1.500 el número de docentes y en un 21% los recursos por alumno.
En sanidad contrajo un 15,2% el gasto per capita en sus dos primeros años, cerró un millar de camas, clausuró quirófanos y expulsó en cinco años a 5.560 profesionales del Institut Català de la Salut. Y solo en Cataluña los hospitales privados (146) casi triplican a los públicos (65): en el resto de España hay 309 privados por 345 públicos.
Las prestaciones por dependencia, ya minoradas por Rajoy, han sido rebajadas por Mas en la cuota autonómica hasta un 11% durante el último trienio.
Y aunque el empleo repunta (170.000 ocupados más, pero el 88% temporales) gracias a los bajos tipos de interés del BCE, el euro barato y el desplome del precio del petróleo, la contribución del Gobierno autónomo ha sido inane, en sus (limitadas) competencias. El Servei d’Ocupació de Catalunya ha sido del todo ineficaz: diezmada su plantilla en un 31% desde 2010, solo cubrió el 29,5% de las ofertas de trabajo en 2014.
¿Viven los catalanes mejor que al inicio de 2011, cuando el primer Gobierno de Mas empezó a gestionarlos? Viven peor, y no solo por los recortes. El poder adquisitivo se ha desplomado: un 9%, contra un 3,2% en Madrid, y un 6,2% en la media autonómica, según el informe Monitor-Adecco. Pero atención, no solo porque la Cataluña nacionalista haya encabezado la caída del salario medio (al cabo, dependiente del mercado laboral), sino sobre todo por su liderazgo en el aumento de precios... debido sobre todo al retroceso en la liberalización comercial, las multas a los establecimientos que abren en domingo y otras retrógradas medidas de refuerzo de la protección al botiguerismo alcanforado.
Si estas plagas hubieran servido para mejorar las finanzas públicas de la Generalitat, tendrían atenuante. Pero no ha sido el caso. La deuda de la Generalitat alcanzó (a final de 2014) 64.465 millones de euros, casi el doble de los 35.616 que recibió del denostado tripartito de izquierdas a final de 2010. El endeudamiento bruto anual es de 7.187 millones, más del doble de los 3.528 heredados por Mas de José Montilla. El neto (tras ponderar los años de recesión, similares; y los costes de los tipos de interés, decrecientes) apenas variará el sesgo.
Con este presidente, pues, Cataluña no ha hecho más que dilapidar el tiempo.

"Artur Mas dimite del PDeCAT"   Redacción La Vanguardia  09.01.20



El expresident de la Generalitat, Artur Mas, tiene previsto comparecer este martes por la tarde en rueda de prensa junto al resto de miembros de la dirección de la formación para anunciar formalmente su dimisión como presidente del PDeCAT. De esta forma, el dirigente podría dejar la primera línea política con una decisión que él mismo ya admitió como posible si con ella se lograba ensanchar la base social soberanista.
Artur Mas comparecerá a las 18:30 en la sede nacional del Partit Demòcrata junto a la coordinadora general, Marta Pascal, el coordinador organizativo, David Bonvehí, y la vicepresidenta, Neus Munté. Previamente, la ejecutiva del partido se reúne a las 17.30 horas y después se prevé que Mas encabece la rueda de prensa donde explicará las razones de su renuncia.
La renuncia de Artur Mas se produce así dos años exactos despuésde su renuncia como candidato a la presidencia de la Generalitat en la investidura de 2016 pese a haber ganado las elecciones. Fue precisamente el pasado 9 de enero de 2016 cuando el expresident dio su famoso “pas al costat” (paso al lado) por la exigencia de la CUP, que reclamaba su cabeza como condición para apoyar la investidura de un miembro de Junts pel Sí.
La dimisión al frente del PDeCAT se produce además un día después de que trasladara a la formación nacionalista que rechaza repetir elecciones al Parlament por el riesgo a perder la mayoría absoluta. El exjefe del Govern trasladó al Comité Nacional del PDeCat su apuesta por buscar una alternativa a Puigdemont, si fuera necesario, para evitar llevar al país a un bloqueo. Así pues, Mas y la dirección del PDeCAT discreparían, de entrada, con el núcleo duro de Junts per Catalunya, el más próximo a Puigdemont, que prefiere celebrar nuevos comicios en vez de buscar un candidato alternativo.
Con todo, el peso de la decisión de Artur Mas sería las causas judiciales del proceso soberanista y de la antigua CDC. Mas ha decidido, así, renunciar a la presidencia del PDeCAT para afrontar con más tranquilidad la defensa de sus causas judiciales y para facilitar un impulso del partido en su operación de “ensanchamiento” tras la experiencia positiva de Junts per Catalunya (JxCat).
Mas abandona, según fuentes del partido, porque quiere facilitar que pueda haber un impulso a la nueva operación de “ensanchamiento” de su partido tras la experiencia de Junts per Catalunya capitaneada por Carles Puigdemont, candidatura que contra pronóstico superó a ERC el pasado 21-D y que, desde la formación heredera de CDC, no descartan repetir en futuras elecciones.
Además, el expresident, ya condenado por el 9-N, abandona porque quiere y necesita más tiempo para afrontar las nuevas causas judiciales derivadas de los últimos sucesos en el proceso soberanista. Mas está en el punto de mira del juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena, que instruye la causa por rebelión contra el Govern cesado por el proceso soberanista, especialmente después de que un informe de la Guardia Civil lo situara en el “sanedrín” político que planificó la hoja de ruta hacia la independencia.



La decisión de Junts per Catalunya de presentar las credenciales en el Parlament como diputados de todos los miembros de la lista, incluido Puigdemont, con excepción de Clara Ponsatí y Lluís PuigGordi, tendría algo que ver en la decisión de Artur Mas.

"Artur Mas: El hundimiento"  por Lluis Bassets  13.01.2018



"Artur Mas es el máximo responsable de la derrota y destrucción del catalanismo político"


Lo tuvo todo y todo lo ha perdido. Lo quiso todo y nos ha dejado sin nada. Hasta ahora, los grandes políticos de este país habían hecho mucho con muy poco, a veces sólo con un gesto o una palabra. Este político que ahora dice que se va, en cambio, es exactamente el caso contrario. Teniendo en sus manos el poder más extraordinario que nunca se haya concentrado en las manos de un partido catalán, lo ha dilapidado y destruido, destruyendo además otras muchas cosas, empezando por su propia carrera y la de numerosos compañeros de partido y de alianzas, siguiendo por la estructura entera del sistema de partidos catalanes, y terminando, incluso, por las ideas y los valores de la ideología y de la cultura política central en Cataluña que es la del catalanismo político.
Todo esto es obra de Artur Mas. Con colaboraciones numerosas y con complicidades abundantes, con responsabilidades compartidas ampliamente en el mundo periodístico, intelectual, artístico, deportivo, mediático y empresarial. Pero tratándose de quien quería ser un líder, el líder supremo, el que mantenía más altas las apuestas y aseguradas las posibilidades de negociación y de victoria, suya es la responsabilidad máxima y la mayor de todas, y a él le corresponde responder ante sus conciudadanos, los catalanes, con independencia de las deudas que tenga que resolver ante la justicia, y responder exactamente por el hundimiento al que nos ha llevado con sus políticas y sus decisiones concretas, por la derrota de dimensiones históricas a la que él y los suyos nos han abocado a todos.
Quiso organizar la 'casa grande del catalanismo' y el catalanismo se ha encogido y cuarteado hasta quedarse ahora sin casa. Planteó una 'transición nacional', y nos encontramos ahora con una regresión nacional: en lugar de la independencia, una marcha acelerada hacia la pre-autonomía. Pretendió organizar Cataluña como un Estado propio dentro de Europa y Europa no quiso saber nada del nuevo Estado que se le anunciaba. Quiso internacionalizar el conflicto y ha conseguido el más alto nivel de desprestigio y de enemistad con que haya contado Cataluña dentro de España y de Europa en toda su historia. Quiso hacer más pequeña y más débil a España y ha conseguido hacer más pequeña y más débil a Cataluña. Todo lo confió al ejercicio del derecho a la autodeterminación, presentado como derecho a decidir, ejercido unilateralmente, y ahora ni siquiera mantiene vigencia y futuro la idea de una consulta o de un referéndum legal y acordado. Hizo de la independencia un objetivo creíble y al alcance de la mano y ha quemado la idea de independencia probablemente para décadas.
Cataluña se ha visto confrontada, gracias a los errores del independentismo, que son los errores de Artur Mas, a la cruda realidad de su peso, su fuerza y su dimensión geopolítica dentro de España y dentro de Europa. Mas es responsable máximo de los tres errores más importantes cometido por el independentismo a la hora de enfrentarse con su proyecto. Un primer error de análisis irrealista de la correlación de fuerzas, un segundo error de tergiversación de cara a los ciudadanos respecto a las posibilidades reales de alcanzar los objetivos propuestos y un tercer error, el más grave, de sustitución del método posibilista del catalanismo de probada eficacia historia por un experimento rupturista y de confrontación con España y con el mundo entero si era necesario.
La realidad de España era mucho más sólida y seria de lo que Mas había explicado. La economía y las empresas no tenían simpatía alguna, como Mas pretendía, con un proyecto que fabricaba inseguridad jurídica y resultaba en una inestabilidad hostil a las leyes del mercado. La diversidad de la sociedad catalana era incompatible con un proyecto que no ha dudado en acogerse finalmente a una idea de identidad de carácter etno-nacionalista, despertando en consecuencia reflejos nacionalistas de signo contrario. La Constitución española era mucho más firme y eficaz de lo que había pensado Mas con sus frívolas astucias para esquivar o impugnar el marco legal.
Pero todas estas responsabilidades son plurales y compartidas, y forman parte de ‘la confabulación de los irresponsables’, que tan bien ha explicado Jordi Amat en su libro del mismo título, y que afecta a todos los partidos y a un buen puñado de dirigentes, no únicamente a Artur Mas. Dentro de estas irresponsabilidades encabezadas por Mas, hay algunas decisiones pertenecen directamente a la persona que las tomó, como son las convocatorias electorales o las disoluciones de los Parlamentos, atribuciones específicas del presidente de la Generalitat. Y también aquí las equivocaciones de Mas son desgraciadamente memorables: disolvió cuando no lo tenía que hacer y no lo hizo cuando era necesario, respectivamente en 2012 y 2015, por lo que cae sobre sus hombros la responsabilidad de entregar la llave de la estabilidad parlamentaria a la CUP, una fuerza desestabilizadora por definición y que sólo le interesa participar en mayorías que se dediquen a desestabilizar y vulnerar la legalidad constitucional.
Que lo hiciera el hombre vocacionalmente señalado para dirigir la centralidad sociológica del país, para representar a la burguesía y a las clases medias y asegurar la prosperidad y la buena marcha de la economía, para pactar con Madrid y con Bruselas, es el mayor y el más imperdonable de los pecados. Ungido como el presidente de la continuidad pactista y posibilista, Artur Mas se convirtió en el líder populista y rupturista, capaz de dividir a los catalanes, enfrentarlos con España y arrancarlos si hacía falta del marco europeo. La designación de Puigdemont como sucesor es la culminación del disparate y de las cumbres de desprestigio a los que nos ha llevado esta ‘confabulación de irresponsables’.
Nada de positivo hay en su legado. Si la historia tiene algo de piedad de su paso por la máxima responsabilidad política catalana, le dejará en el olvido de una nota al pie insignificante. Si es un poco más atenta y rigurosa, le dedicará uno de los capítulos más negativos de la historia de Cataluña, el que corresponde a quien ha dilapidado la herencia espléndida que han recibido y solo ha dejado tras de sí una casa en ruinas.

"El legado de Mas"  por Xavier Rius  14.01.2018




El día de la despedida de Mas como presidente del PEDECAT le pregunté de sopetón: “¿Qué legado deja?”. Se me quedó mirando y, tras unos instantes de duda, me preguntó: “¿Yo personalmente?”. Tuve que decirle que, claro, que no iba a ser yo. Que yo era un simple periodista. Él se iba. Él había convocado la rueda de prensa.
Volvió a insistir: “¿Qué dejo como legado? ¿En qué sentido?” Entonces recordó que había sido consejero de Pujol durante ocho años y presidente otros cinco. Hasta mencionó sus victorias aunque, como se sabe, apenas gobernó un lustro. Cuando a media respuesta, le dije que no sé si daba cuenta pero sólo mencionaba cargos y campañas electorales  me dijo que no me impacientera y echó mano del proceso.
¿Pero se dan cuenta de que no hay obra de gobierno? Pujol será un chorizo -eso tiene que confirmarlo una sentencia judicial- pero al menos deja la Generalitat tal y como la conocemos ahora, TV3, los Mossos y hasta el Teatro Nacional de Catalunya (TNC).
Mas no deja nada. Se lo ha cargado todo. Para empezar su carrera política. Prometía tanto. Deberían estudiar el caso en Esade: como hundir tu propia imagen de marca. En Catalunya sólo hay otro ejemplo similar: el de Joan Laporta.
Laporta, cuando era presidente del FC Barcelona, se lo disputaban todos. En las elecciones del 2006 -por mediación de David Madí- hizo un desayuno con Mas. Al día siguiente desayunó con Montilla. Supongo que por gestiones de José Zaragoza.
Podría haber sido alcalde de Barcelona o presidente de la UEFA pero jugó mal sus cartas. Coqueteó con Repagrupament, una escisión de ERC, para acabar fundando Solidaritat. Al cabo de unos meses estaba peleado con López Tena y Uriel Bertran. Acabó en el grupo Mixto haciendo favores a Convergencia.
Lo de Mas tiene más mérito. Además de su carrera, ha hundido su partido. La formación que encarnó las clases medias de este país durante 30 años -y que fue una extraordianaria máquina de poder- ya no existe. CiU ha desaparecido, Unió también, CDC se ha trasmudado en el PDECAT. En el consejo nacional del sábado hacía un llamamiento a agarrarse a JxCat como un clavo ardiendo.
Pero no sólo se ha cargado el mapa político: se ha cargado también el mapa ideológico. El hombre iba como loco para pactar con la CUP. Del centro a la derecha no ha quedado nada. Habrá que reconstruirlo desde cero. Y de momento las opciones que han surgido (Lliures, Units per Avançar) están muy verdes. ¡El exsecretario general de Unió ha tenido que refugiarse en las listas del PSC!. Iceta, vistos los resultados electorales, tampoco ha conseguido atraer el catalanismo moderado.
Hay una foto que ilustra esta situación: la que publicaba La Vanguardia en portada al día siguiente de la proclamación de la República y apenas unas horas antes que Rajoy aplicara el 155. La imagen es de David Airob, justo es reconocerlo. Una imagen vale más que mil palabras: Se ve a Puigdemont, tras su discurso en las escaleras del Parlament, rodeado de diputados de la CUP con los puños en alto. Ahí el PDECAT perdió definitivamente los papeles.
Pero donde ha tenido el expresidente más vista ha sido con el proceso. En el pleno del Parlament del 16 de julio del 2010, después de la sentencia del Estatut, dijo que había que empezar “un nuevo camino sin límites” pero que tenía que ser "evitando al máximo las fracturas sociales dentro de Catalunya”. Si se descuida
No sé si se dan cuenta: pero el único legado de Mas ha sido poner a Puigdemont a dedo. Y ya saben que, en política, todo es susceptible de empeorar. Estamos en ello.